Muy a menudo, más de lo que nos gustaría, nos pasamos el día corriendo y corriendo para, al final, llegar tarde a todos sitios, y después de tantas carreras en lugar de sentirnos bien nos sentimos frustrados y sobre todo agotados.
En infinidad de ocasiones no caemos en la cuenta que hemos respirado lo justo para no morirnos en todo el día, menos mal que nuestro organismo es muy inteligente y aunque nosotros nos empeñemos en no parar ni para respirar, él afortunadamente no hace ni caso y toma el aire necesario para subsistir, no con mucha calidad, pero por lo menos para no morir asfixiado.
Realmente, ¿nos supone tanto esfuerzo parar a respirar? Si este planteamiento se lo hiciéramos a una persona que vive fuera de una gran ciudad se pensaría que andamos un pelín perjudicados de la “azotea” pero cuando esto lo comentamos con otras personas que “comparten” ciudad con nosotros no les parece tan extraño, al contrario a todos les suena el tema. Pero, entonces, ¿porque no tomamos aliento?
No nos damos cuenta pero cuando respiramos profundamente, muchos de nuestros órganos funcionan con menos trabajo y, por lo tanto, mejor: cerebro, estómago, pulmones, circulación sanguínea,…e incluso el caos, los problemas, las complicaciones diarias, no es que se arreglen, que más me gustaría a mi, pero si que pierden intensidad.
Una buena excusa para PARAR es hacer coaching, de esta manera "matamos dos o tres o cuatro... pájaros de un tiro".
Yo no soy médico pero mi experiencia me dice que cuando paro y respiro mi vida tiene otra intensidad y otro color (... y sobre todo menos visitas al médico).
Si no os lo creéis probad y si compartís la misma opinión probad también.
Alicia Alberola
Co-active coach.